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En pocos meses, nos dejaron dos de los máximos iconos de la cultura popular argentina. Primero Mercedes Sosa y ahora llega la noticia que nunca habríamos querido oír:
Murió
Sandro. A esta altura, discutir la importancia de Roberto Sánchez en la vida de un país sería caer en lugares comunes. Porque el Gitano marcó a fuego generaciones enteras. Sus canciones son emblemas de una época que nunca se fue, que siempre vivirá en sus canciones, en sus gestos, en su inigualable carisma.
Amado hasta el paroxismo, Sandro de América excedió el rótulo de cantante melódico. Fue nuestro Elvis Presley cuando el rock argentino usaba pañales y gateaba por las cuevas y los bares de Once. Le cantó a las amas de casa, a los rockeros, a los pobres, a los ricos, a ellos y a ellas… a todos.
Incluso, el rock argentino, siempre tan elitista, tan de elites, se rindió a los pies de su legado, reversionando cada una de sus canciones, copiando sus guiños, y elevándolo a la estampita de Santo Patrono de la canción de la canción apta para todo el mundo.
Así, cantó con Raúl Porchetto, participó en el proyecto Tango de la mano de Charly García y Pedro Aznar. Artistas como Divididos, Attaque 77, Fabulosos Cadillacs y Bersuit Vergarabat, entre muchos otros, cayeron rendidos por el poder y la magia de un cantante que superó la media de un hit radial.
En definitiva, el 4 de enero del 2010 no será un día más en el calendario. La historia dirá que a las 20:40 hs. de esa jornada se apagaba una de las llamas más potentes que iluminó a la cultura popular. Murió Sandro… Todo dicho.